Duele una bofetada y más cuando es merecida,
Duele la patada de un caballo embravecido,
Duele triturarse el dedo con una puerta,
Duele morderse la lengua, golpearse el codo con una mesa,
Duelen tantas cosas, duele esta presión en mi pecho,
Duele desconocer las causas de este sentimiento
Ansiedad, torbellino inadvertido y neófito
Que con su presencia, complica y acelera mi existencia.
Duele este frío que recorre mi cuerpo,
congelando mis órganos en breves espasmos de espera,
Duele este calor asfixiante que se apodera de mis entrañas
hasta subir a mi pecho, calcinando mis sentimientos
Duele pensar en tu ausencia,
tanto como dolería meter ambas manos a la hoguera,
aun sabiendo que el calor abrasador de esas llamas
no podrán nunca asimilarse, al ardor que se alberga en mi pecho.
Duele en mi piel, la erosión dejada por mis lagrimas,
Amigas calladas, que ahora, lentas y dispuestas,
Intentan llegar hasta mi pecho, filtrarse por mis poros
deseando calmar este sentimiento que me quema por dentro.
Duele intentar dejar de pensar, quizás así dejar de sentir,
matar de hambre este dolor, eludiendo recrear ofuscadas teorías.
Duele consentirle a mi corazón resguardarse de estos nocivos males
que aparecen de la nada, convirtiéndose súbitamente en mi todo
y arrojando mis deseos, mis ilusiones, a su antojo.
Duelen, mis quimeras de tanto soñarte,
Tanto que hasta las pesadillas se escabullen de mis noches.
Duelen mis labios de tanto negar la verdad
Esa, que sensatamente se esconde, laberinto de emociones.
Pero sobre todo, duele mi alma,
sí, esa misma que alguien dijo que no dolía,
Hoy se resquebraja en pedazos,
ambicionado interpretar esta amalgama de emociones
Entretanto, inexplicablemente,
de mis labios helados, emerge una tímida sonrisa.
Madrid, España
5:00am,
Lunes 20 de mayo, 2002
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